No soy muy dado a las redes ni a la exposición pública, me pilla mayor esto del “social media”, pero me pidió por favor Iván un artículo para la web de El Ciclismo Nos Une y no pude oponerme. Gracias a El Ciclismo Nos Une, he tenido la suerte de conocer a una gran tropa de enganchados a este mundillo con los que salimos y contamos batallitas muchos días del año, por lo que pienso que esto se lo debía.
Así que empezamos, será un poco tocho, porque a veces me recreo innecesariamente, pero si puede servir mínimamente a cualquiera que quiera subir a pedalear por aquellas míticas cimas del Tour, de tarde, ventilador y siesta, me doy por satisfecho.
INICIOS:
Lionnel es un francés, profesor de español en un instituto de Valence, deportista toda la vida. Hace más de 25 años vino a Benicàssim de vacaciones, accidentalmente conoció Vilanova d´Alcolea y se enamoró totalmente, desde entonces ha venido todos los agostos (excepto cuando se lo privó la pandemia) con su familia y sus bicicletas, e incluso algunos años repite también en Semana Santa.
El verano pasado en una salida en bici, estuvimos hablando de los puertos de los Alpes, nos contó que su casa está a menos de 3 horas de la mayoría de los puertos más famosos del Tour, y en el final de la conversación nos dijo que tras tantos años viniendo a veranear y pedalear por Vilanova, le haría mucha ilusión que por una vez, los de Vilanova subieran a su tierra a dar pedales. Parecía al principio una idea un poco utópica, pero viendo la ilusión que le hacía al hombre, nos decidimos y empezamos a urdir el plan.
La primera fase empezaba esa misma semana de agosto, el objetivo era acumular el máximo de “family points” que nos ayudara a conseguir un “bonobici” tan grande como para escapar una semana de casa para ir a pedalear a casi mil kilómetros de distancia. “què no hi ha prou costes ací?” (escuché muchas veces). Y para ello teníamos prácticamente 9 meses para conseguirlo.
En principio, los integrantes de la expedición, íbamos a ser: Junio, vilanoví nacido en El Paso (Texas), militar retirado, que en 2014 se compró una mtb y no encontró mejor “marcha” para debutar, que la Mediterranean Extrem (con esto lo digo todo), Óscar, de joven compitió en descenso (mejor dicho, de crío, porque joven es ahora), después se pasó al enduro del duro y el año pasado fue mordido por el gusano de las ruedas flacas, cuando se compró una Orca “porque le iba a ayudar a tener mejor fondo”, craso error, cayó en el pecado. Tiene todos los koms del bikepark de Vilanova, y martiriza todos los domingos a los veteranos eléctricos en las sendas de Archi. Y completando el trío, un servidor.
La semana elegida fue la última de junio de 2023, primero porque los grandes puertos de los Alpes están cerrados gran parte del año por culpa de la nieve, excepto los meses de verano, y en segundo lugar porque era la semana de las fiestas de Sant Joan i Sant Pere en Vinaròs i en el Grau, lo que podía ser mejor a la hora de coger esa semana libre en el trabajo. También porque en julio y agosto estos puertos están muy masificados llegando a ser menos disfrutones, e incluso peligrosos (ya me explayaré sobre esto más adelante).
ARRANCAMOS:
El jueves 22 de junio a mediodía fui a por una furgoneta de alquiler, y por la tarde quedamos para “montar el Tetris” y dejarla preparada y cargada. La furgoneta que nos dieron fue una Mercedes Vito de 9 plazas a la que quitamos los asientos traseros, ya que teníamos que ir hasta Francia 3 personas y 3 bicis + maletas, y una vez allí se sumarían dos personas por lo que teníamos que movernos con ella 5 personas y 5 bicis (sin maletas). Las bicis grandes las metíamos desmontando la rueda delantera, las pequeñas entraban enteras. Oscar, en su condición de “Macgyver oficial del grupo” (expresión viejuna, Oscar y el resto de millenials igual tendrán que buscar a Macgyver en Google) era el encargado de estos menesteres. Sobre la furgo, también resaltar que el hecho de que fuera con cambio de marchas automático fue un acierto a la hora de meternos por las carreteras empinadas y sinuosas de los Alpes (chapeau por Davima).

Empezando la partida al Tetris
El día de la salida fue el viernes 23 de junio. Quedamos a las 5h para iniciar la ruta dirección a Upie, donde vive Lionnel, llegamos sobre mediodía, comimos en su casa y cargamos su bici y sus maletas. Así que dos vilanovins, un americano y un francés (que bien podría ser el principio de un chiste) se disponían a iniciar unos días de aventura ciclista por los Alpes.
Teníamos casi tres horas más de furgoneta hasta Valmenier, una estación de esquí al lado de la cima del puerto del Télégraph donde Laurent, un amigo de Lionnel, nos prestaba un apartamento que se iba a convertir en centro de operaciones de la expedición. Puesto que los primeros dos días de pedales iban a ser sábado y domingo, Laurent también se apuntó y se vino a subirlos con nosotros con la bici, como los tiene al lado de casa, sube al Galibier como nosotros subimos Serratella. Mejor sherpa imposible.


Vistas desde el campamento base

Inmejorable manera de empezar
ETAPA 1:


Preparados para el arranque del día
Al día siguiente, el sábado 24, salimos a las 7.30h del apartamento en furgoneta y bajamos hasta Saint Michel de Maurienne donde arranca el Télégraph con la intención de hacer la ascensión a éste y al Galibier a continuación. La idea era subir en modo “disfrute”, sin prisas, saboreando cada pedalada, acordamos que en cualquier momento, cualquiera de nosotros podía gritar “FOTO!!” y todos pararíamos para inmortalizar el momento (y coger aire).
El Télégraph es un puerto de unos 12kms sin grandes rampas, que entre el subidón de estar en semejante escenario, la frescura y las ganas, se sube sin prácticamente enterarte.

Primera cima a la saca. El ciclista de paja pide un plan renove.
Arriba hay una fuente, un restaurante, y el mítico monigote de paja con forma de ciclista que van restaurando de vez en cuando. Después viene una breve bajada de unos 5 kms hasta la estación de esquí de Valloire (los franceses pronuncian “valuaj”), allí hay también una fuente para rellenar agua, tiendas, tiendas ciclistas, más restaurantes, etc. Es bastante turístico, sobre todo en invierno.
Y desde allí arranca la subida al Galibier, 18 kms de pendiente constante y continua, que los optimistas en los inicios (no sé si conoces alguno, Iván) pueden pagarlo muy caro, ya que el final es eterno y muy duro.
Subiendo paramos a fotografiar unas marmotas, muy típicas por lo visto en estas montañas. Ah!, por cierto, nos encontramos con que justo al día siguiente, domingo 25 se disputaba la Marmotte Alps (prueba cicloturista famosa que muchos conocerán) y precisamente subía estos dos puertos. Y también nos detuvimos a falta de 6 kms para el final en Plan Lachat a recargar agua. Nos fue muy bien todo el viaje tener impresos los perfiles de las etapas con sus altimetrías, kms, fuentes, desniveles, etc.

Recargando agua en Plan Lachat, mirar para arriba ya empieza a asustar
Nos costó más de 3h llegar a la cima del Galibier, personalmente no me encontré demasiado bien desde el final del Télégraph, no tenía buenas sensaciones, me encontraba con falta de fuerza y no me subían las pulsaciones, podría ser por la altura, pero no creo, tampoco me preocupaba en exceso, allí habíamos ido a disfrutar y no estaba dispuesto agobiarme, si no llegaba antes, llegaría después.

Mítica cima del Galibier consquistada!!

Finales de junio, mientras en casa nos decían que estaban pasando una ola de calor
Una vez arriba, fotos, barrita, nieve, más fotos y para abajo. La bajada muy transitada y bacheada, los brazos terminaron castigadillos, no la disfrutamos demasiado. Llegamos a Valloire y ya eran más de las 12h (no hace falta recordar que en Francia se come bastante antes que en nuestras tierras) así que buscamos un restaurante con terraza para tener las bicis al lado y comimos unas hamburguesas nada autóctonas, pero que nos vinieron de lujo.

Escultura que se hace todos los años en una explanada a la salida de Valloire
Después de comer, bajamos el Télégraph, bicis en la furgoneta y dirección al apartamento en busca de la ducha, no sin antes pasar por una quesería para comprar el típico Beaufort para traer a nuestras familias (menudo cargamento bajamos).
Como punto negativo del día, tengo que resaltar la barbaridad de tráfico que tiene el puerto en fin de semana. Coches bastantes, pero motos una barbaridad, la mayoría de gran cilindrada, y en algunos casos subían jugando a las “carreritas”, pasando a un palmo de nosotros. Hubo varios momentos en la subida que tuvimos miedo físico. Muy desagradable.
En general, coincidimos todos que es mucho mejor territorio ciclista, el nuestro. En esa zona vimos muy pocos carriles bici (casi ninguno), muchas carreteras sin arcén, y rara vez te pasaba un coche o una moto dándote el metro y medio de espacio, incluso sin venir nadie de frente. Comentamos varias veces que, en nuestra zona, por lo general, se respeta mucho más al ciclista. De hecho, vimos un accidente de una bicicleta que bajaba el Télégraph y chocó contra un coche que subía, no soy capaz de saber de quien fue la culpa, pero está claro quien salió perdiendo. En fin…. No podía ser todo perfecto en el paraíso ciclista por excelencia.
PROXIMO CAPITULO (ETAPA 2 Y 3). PROXIMAMENTE. No os lo perdáis.
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