ETAPA 2:

Salimos temprano con la furgo puesto que, debido al paso de la Marmotte, cerraban la carretera para poder bajar de Valmenier a las 8h, y tras una hora y media más o menos, ya estábamos en el inicio del valle.

Preparando el segundo asalto
La subida se puede empezar a pedalear en cualquier punto de la carretera que va hacia el puerto, nosotros aparcamos la furgoneta en Val-Cenis, aunque es más típico arrancar en Lanslebourg (y también es más corto). Ya la parte de aproximación es una pasada, es un amplio valle ancho como de postal, cimas nevadas, prados con muchas tonalidades de verde, y abetos simétricos y perfectos, no paraba de venirme a la cabeza el dibujo de la caja de colores Alpino que todos tuvimos en la infancia. Era ir dando pedales y caer la baba de mirar hacia los lados.

Paisajes increíbles
La ruta comenzó rara, porque a los 2 kilómetros de empezar, seguramente en un bache, a Junio se le soltó el tornillo del sillín, y tuvimos que parar un par de veces para apretarlo e intentar ajustarlo a como lo llevaba inicialmente, pero con paciencia y destreza, Oscar lo pudo dejar más que ajustado.
La parte dura del puerto empieza en Bonneval-Sur-Arc, un diminuto pueblo francés muy bonito y turístico justo al pie del Iseran, a partir de ahí 13 kms de auténtico espectáculo de la naturaleza, montañas amplias, poco bosque frondoso, mucha vegetación baja de un color verde intenso, nieve y ríos del deshielo chorreando por todas partes, una auténtica pasada.




El puerto tiene una carretera estrecha de un solo carril, con un asfalto viejo pero decente, también hay un par de descansos a mitad (algo poco común en los puertos alpinos de esta zona), que van de lujo para que las patas recuperen algo de oxígeno, y en la parte final tiene unos tres kilómetros últimos realmente duros.
En lo personal, salí tranquilo al igual que el día anterior, pero por el contrario, cada vez me encontraba mejor, así que me entró un poco el subidón al ver que me había recuperado, y subí junto a Laurent a un ritmo alegre embobado por las vistas.
A resaltar que durante el verano algunos sábados y domingos cierran por la mañana durante unas horas algunos puertos a motos y coches, a nosotros nos coincidió que el domingo 25 de 8h a 12,45h la subida a l’Iseran era exclusiva para ciclistas. Estaba anunciado con grandes carteles amarillos a varios kms de distancia. Después del agobio del día anterior con las motos, llegar a la salida de Bonneval y ver una barrera en la carretera, que solamente dejaba pasar a las bicicletas, si no fue un orgasmo, estuvo cerca.
Para quien quiera subir, desconozco si anuncian esos días en alguna web o lo hacen público de alguna manera, pero es muy interesante saberlo, ya que no tiene nada que ver subir un puerto “only bikes” a subirlo con mil motos soplando detrás de la oreja.
Una vez arriba, ya habían abierto el tráfico, por lo que empezaron a llegar motos como si fueran hormigas, en poco más de 15 minutos llegaron decenas de motos, todas pequeñas y baratas (“ironic mode”, por supuesto). Esperamos a llegar todos, fotos, postureo de rigor y bajada con cabeza, porque la carretera es estrecha y subían muchos coches y motos.

Posando a 2.770 metros de altura

El garmin decía que estábamos a 30 grados, pero el aire era muuuy fresco
Al llegar abajo a Bonneval, buscamos un restaurante y comimos allí directamente. Estuvimos un buen rato contando las batallitas del día y saboreando una subida que se nos quedará en la retina para toda la vida.
Al salir del restaurante, nos esperaba una horita de pedal hasta el pueblo donde habíamos aparcado y otra hora de furgoneta hasta el apartamento de Valmenier. Una vez allí, ducha y preparar la furgo puesto que cambiábamos de cuartel general y volvíamos a Upie, ya que los próximos días los pasaríamos en la casa de Lionnel. Nos despedimos de Laurent puesto que él ya no nos acompañaba el resto de la excursión, no sin antes agradecerle que hubiese conseguido que nos encontráramos como en nuestra propia casa.
Al día siguiente, Lionnel tenía cosas que hacer, por lo que la mañana la pasamos en la piscina haciendo el perro por su casa. Aprovechamos para lavar la equipación vilanovina tan chula que estrenamos en este viaje, y así tenerla disponible para la última etapa. Ya por la tarde fuimos a hacer algo de senderismo por la zona y a última hora un poco de turismo y compras por Valence.
ETAPA 3:

El martes 27 empezaba la que iba a ser la última etapa de este periplo francés, esta vez le toca el turno al mítico Mont Ventoux. Como es el que más cerca tiene Lionnel, lo ha subido incontables veces, y la verdad es que nos contó tantas cosas que nos puso un poco el miedo en el cuerpo, ya que las rampas finales no bajan del 11-12 por ciento y como no hay vegetación que te proteja, si hace aire puede ser una auténtica tortura (con el nombre que le pusieran ya te vas haciendo a la idea).
El Mont Ventoux se puede subir por tres sitios diferentes. Estuvimos los días antes mirando la previsión del tiempo para ver si pronosticaban mal tiempo y sobre todo intentar saber la intensidad y dirección del viento, y visto que daban poco aire, decidimos subir por la parte más bonita, es decir, saliendo de Bedoin, ya que es una carretera estrecha con pinos en los primeros kilómetros, idónea para subir, mientras que la bajada la haríamos por Malaucene, que tiene una carretera mucho más ancha, con menos bosque, de doble carril y buen asfalto.
A pesar de haber descansado el día anterior, subíamos con las patas de un elefante, tirábamos de riñones, se notaba la fatiga acumulada. Hubiera pagado por el molinillo de la btt, lo indecible. Pero aun así, éramos conscientes de que era el último capítulo de esta aventura, por lo que había que saborearlo y disfrutarlo hasta la última gota de sudor.

Mítico observatorio de la cima del Mont Ventoux
El puerto es muy chulo, pero no tiene nada que ver con los anteriores. Muchos kilómetros antes de llegar ya se ven claramente las antenas y el observatorio, a primera impresión no parece que esté a más de 1.900 metros. Dejamos la furgo al lado del campo de fútbol de Bedoin y empezamos la subida con 5 kms bastante suaves, después el observatorio se pierde de vista, hasta la parte final, donde, como no hay vegetación, lo ves claramente y da la impresión que está cerca pero nunca llega, psicológicamente ese factor te va minando, pero es parte de su atractivo y su dureza.
Personalmente como Lionnel nos había metido tanto miedo, iba con mucho respeto, pero como no hizo excesivo aire y era el petardo final de la traca, quería darlo todo. También Oscar, que se permitió el lujo de esprintar a falta 700 metros para la cima, y como si quedaba algún gramo de fuerza, era tontería volver a casa con él, le tiramos todos detrás como si estuviéramos disputando la última etapa del Tour.

Monumento a Tom Simpson,ciclista fallecido a pocos kilómetros de la cima
Arriba del todo sí que hacía aire, pero menos frío que en los otros puertos (también estábamos 800 metros por abajo), había mucha gente y mucho ambiente, así como tiendas de souvenirs y bebidas. De nuevo aprovechamos el momento con fotos y el postureo fin de fiesta, y enseguida nos preparamos para tirarnos a la bajada.

Sommet!!

Qué bien lucía la nueva equipación por esas cimas

Tramo final de la subida, realmente no refleja lo empinada que está esa carretera
Como había comentado antes, el descenso fue una pasada, la carretera era muy rápida, Oscar y yo disfrutamos como enanos, estuvimos mucho tiempo rodando acoplados a más de 80 km/h, acertamos plenamente haber bajado por esta cara, fue la mejor bajada que hicimos de todos los días.
En general, al ser martes tuvimos mucho menos tráfico de vehículos tanto en la subida como en la bajada (los otros puertos los subimos en sábado y domingo), y además también me pareció ver un par de carteles anunciando que al igual que en Iseran, el domingo 25 por la mañana estaba el puerto abierto solo a ciclistas.
Una vez de vuelta a Bedoin, buscamos restaurante y comimos (de lujo, como siempre), la dueña, una señora ya mayor, casualmente nos contó que su hijo trabajó durante un tiempo en Castellón.
Al terminar, bicis a la furgo y de vuelta a casa de Lionnel, ducha, cena de despedida y preparar bártulos y maletas para la vuelta.
A las 9h y poco del miércoles 28 arrancábamos rumbo a Vilanova, iniciábamos el viaje de vuelta a casa, cansados pero con la satisfacción de que había salido todo según lo planeado. Superagradecidos a Lionnel, a su mujer Corinne, y también a Laurent por la hospitalidad y la ilusión sincera que demostraron en todo momento, de tenernos allí. Y también a nuestras familias, que además de convivir con este “bicio” durante todo el año, nos permitieron hacer esta excursión a la meca del pedal.
No sabemos si habrá otra, quien sabe, tienen que alinearse unos cuantos astros para volver a repetir una aventura de estas, pero por si acaso iremos sumando “family points”, que nunca se sabe…
Ah, y gracias a los que habéis leído hasta aquí, seguro que no habrá sido fácil digerir semejante ladrillo. Si hay una próxima, intentaré contarlo mejor (o por lo menos, más resumido).
Salud y pedales.
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